Editor's Message
Arte, activismo y medioambiente en Puerto Rico
Read in English >>
Los problemas del agua se han convertido en uno de los retos mundiales más urgentes del siglo XXI, y Puerto Rico no es una excepción. Aunque el agua dulce abunda, los arroyos y ríos de la isla se están secando, los embalses están sedimentados, y muchos acuíferos se encuentran en condiciones críticas. El descenso de los niveles de agua subterránea, y las amenazas relacionadas con el cambio climático—tales como el aumento en el nivel del mar y los períodos recurrentes de intensa sequía—ejercen una mayor presión sobre los sistemas de abastecimiento de agua, lo que puede provocar períodos más largos de racionamiento y una menor disponibilidad de agua potable.
De hecho, la contaminación del agua es uno de los problemas medioambientales más graves de Puerto Rico hoy día, ya que la isla sufre la peor tasa de infracciones de agua potable en comparación con todos los estados y territorios de Estados Unidos.1 Factores como un sistema de administración de agua ineficiente, una infraestructura deteriorada, una intensa actividad industrial y de desarrollo, en combinación con regulaciones ambientales laxas, más la falta de una política pública para la gestión eficaz y sostenible de los recursos hídricos, han contribuido a la prolongada crisis del agua en Puerto Rico.
Los problemas de acceso al agua potable, así como la distribución inestable y desigual del recurso, y el riesgo de contaminación se agravaron aún más luego de que el huracán María dejara el archipiélago en estado de emergencia. Las consecuencias del huracán María pusieron en evidencia que la crisis del agua en Puerto Rico no es una crisis aislada, sino que converge con una serie de crisis sociales, económicas, políticas y ecológicas que se exacerban mutuamente. El colapso de los sistemas de agua potable y de otros servicios esenciales, como las redes de energía y comunicación, y la respuesta ineficiente a la emergencia por parte de los gobiernos locales y federales, pusieron en evidencia la “violencia lenta” que Puerto Rico ha estado sufriendo durante décadas.2 Las múltiples crisis e injusticias sociales y económicas estructurales que afectan a los puertorriqueños están directamente vinculadas con el régimen colonial-neoliberal de la isla, y se han intensificado de manera exponencial debido a las medidas de austeridad impuestas por el gobierno federal en respuesta a la deuda económica.
Sin embargo, el huracán María también movilizó la acción ciudadana en temas críticos como la independencia energética (Casa Pueblo)3, la soberanía alimentaria (Boricuá)4 y los sistemas de agua comunitarios alternativos (sistemas Non-PRASA).5
Estas luchas colectivas actuales se alinean históricamente con los movimientos de resistencia política y activismo ambiental que desde la década de 1960 han denunciado el capitalismo colonial y las estrategias de desarrollo que privilegian intereses corporativos sobre la conservación del ambiente y el bienestar del pueblo puertorriqueño.
Esta edición especial de The River Rail reúne voces de diversas disciplinas—arte, literatura, ciencias—para abordar la crisis del agua, su estrecha relación con la tierra-territorio, y los múltiples proyectos y estrategias que intentan dar visibilidad y transformar las condiciones de injusticia social y ambiental en Puerto Rico. Haciendo referencia a la noción de colonialismo ambiental, los textos y proyectos artísticos, poéticos y performativos incluidos en esta edición subrayan la continuidad histórica de las condiciones de explotación (neo)colonial, extractivismo y desposesión que siguen afectando a las ecologías sociales y naturales de Puerto Rico hoy.6
Entendiendo el medioambiente como un espacio colonizado, José Anazagasty Rodríguez, especialista en sociología ambiental, analiza cómo desde los primeros días de la dominación estadounidense, la gestión de los recursos naturales de Puerto Rico ha estado ligada a una implacable ideología capitalista y a una lógica de explotación y extracción. En su contribución a esta edición, titulada “Hidropaisajes coloniales: El problema del agua en Puerto Rico”, Anazagasty Rodríguez presenta un breve recuento histórico de la gestión del agua en Puerto Rico desde 1898—cuando la isla pasó de ser posesión española a un territorio de Estados Unidos—elucidando cómo la transformación del hidropaisaje puertorriqueño está directamente conectada con la historia colonial-capitalista de la isla. Como señala el autor, la gestión de nuestros recursos naturales, incluida el agua, sigue estando regulada por leyes y agencias tanto locales como federales, donde las primeras están subordinadas a las segundas. Por lo tanto, para entender a fondo la transformación del paisaje hídrico de Puerto Rico, se deben tener en cuenta las complejas interrelaciones históricas que lo han configurado, incluidas las relaciones de poder que han estado en juego a lo largo de la historia colonial de Puerto Rico, tanto bajo el dominio español como el estadounidense.
La lógica extractivista y de explotación de los recursos naturales que ha dominado la historia colonial de Puerto Rico se manifiesta hoy en día de múltiples maneras: desde la dependencia energética y la intensa producción de transgénicos hasta el nuevo mapa de calificación de suelos que elimina protecciones a las tierras agrícolas y de conservación existentes en toda la isla. En el contexto de esta edición especial, el colonialismo ambiental se discute particularmente con relación a: 1) la violencia oculta de la contaminación causada por las industrias petroquímica, farmacéutica y militar; 2) el activismo comunitario contra la degradación socioambiental a causa del desarrollo industrial y turístico insostenible, y las injusticias medioambientales que sufren las comunidades costeras en zonas desfavorecidas; y, por último, 3) la ruptura de la conexión humana con el entorno natural.
Paisajes tóxicos
Motivada por una continua reflexión sobre la relación humano-naturaleza, la artista Dhara Rivera lleva más de una década abordando el estado actual de los cuerpos de agua en Puerto Rico. Lejos de la mera representación del paisaje hidrológico, las obras multimedia, los proyectos colaborativos y las intervenciones públicas en espacios urbanos y naturales de Rivera invitan al espectador a reconectarse con el medioambiente evocando la sanación y restauración simbólica de los cuerpos de agua que han sido históricamente ignorados y maltratados.
El proyecto multimedia Río y Respiro (2011-2012) de Rivera rinde homenaje a la mayor cuenca hidrográfica de la isla, el Río Grande de Loíza, situado en la costa norte de Puerto Rico. Este río, que ha sido fuente de sustento para las comunidades cercanas durante siglos, se está reduciendo y se encuentra altamente contaminado con sedimentos y residuos industriales. La toxicidad de los sedimentos pone en peligro la vida marina, así como el bienestar de los pescadores que dependen de la pesca para sobrevivir.
Anclada en una investigación “site-specific” —que incluyó visitas de campo y el estudio de las características y condiciones del cuerpo de agua—y en la recopilación de historias orales, Río y Respiro responde a la necesidad de reparar colectivamente el paisaje social y natural de la isla. Este proyecto efímero, propone la restauración simbólica del río combinando el arte, el ritual y la memoria. Es significativo el uso de esferas de vidrio en esta obra. Estas esferas—un elemento recurrente en el lenguaje visual de Rivera— hacen referencia a globos de vidrio, como los terrarios, cuyo interior contiene ecosistemas o entornos vivos. Estas esferas de vidrio soplado también podrían entenderse como ventosas chinas, cuyas propiedades curativas infunden vida a las aguas contaminadas, o como repositorios de conocimiento, envases que contienen las voces y la memoria colectiva de las comunidades aledañas.
Desde alusiones poéticas al mar hasta referencias sutiles sobre problemas ambientales como la contaminación y la escasez de agua en la isla, el tema del agua también está presente en la obra literaria de la poeta puertorriqueña Mara Pastor. Sus poemas en Sal de magnesio (2015)—algunos de los cuales se incluyen en esta edición—también exploran el tema de la sanación y evocan las propiedades regenerativas del agua salada mediante un juego de lenguaje y un estilo poético minimalista.
La poesía de Pastor en Falsa heladería (2018) responde a la abrumadora realidad de una colonia en perpetuo estado de crisis y colapso. Por ejemplo, sus poemas “Paraíso perecedero I” y “Paraíso perecedero II”, de esta colección, abordan el problema de la contaminación del aire y del agua en la isla desde una perspectiva testimonial. La experiencia de regresar a Puerto Rico y vivir en la ciudad de Ponce, después de casi 10 años en el extranjero, llevó a Pastor a reflexionar sobre la violencia ecológica que han sufrido las comunidades de la costa sur de Puerto Rico desde la década de 1950 como resultado del desarrollo industrial a gran escala. En particular, estos poemas aluden a los efectos devastadores de la Commonwealth Oil Refining Company, Inc. (CORCO), el primer gran complejo industrial petroquímico y de refinado de petróleo de la isla, situado entre Peñuelas y Guayanilla. Establecida en 1954 en el contexto del proyecto Operación Manos a la Obra, la CORCO formaba parte de una estrategia gubernamental lanzada a mediados de los años cuarenta para desarrollar y modernizar la economía de Puerto Rico. Si bien la refinería supuso un cambio en la economía local —convirtiéndose en una importante fuente de empleo y en uno de los mayores refinadores de petróleo y productores petroquímicos del mundo—, también tuvo efectos devastadores a nivel social y ambiental que aún perduran.
Varias generaciones han sido testigos del impacto medioambiental causado por las emisiones tóxicas al aire, la descarga de aguas calientes y la filtración de materiales tóxicos en los suelos y sistemas acuíferos de esta región costera. Aunque se han llevado a cabo varios tratamientos de descontaminación en el lugar desde que la CORCO quedó inactiva en 1982, éstos no han logrado eliminar por completo los residuos tóxicos de la tierra ni de las aguas de la zona.7 Además, la creación de esta enorme fábrica petroquímica también tuvo un impacto significativo en la transformación del paisaje costero. Aunque en el pasado esta fue una zona agrícola fértil dedicada a la producción de caña de azúcar y café, hoy en día la mayor parte de la imponente estructura y del territorio ocupado por la CORCO permanece abandonada, salvo una pequeña parte que funciona como terminal de transporte marítimo y como almacén de petróleo crudo y productos derivados del petróleo.
La experiencia de vivir en espacios o geografías contaminados a la que hace referencia la poesía de Pastor es aún más evidente en el legado tóxico de las operaciones y actividades militares realizadas por la Marina de los Estados Unidos en todo el archipiélago puertorriqueño. Durante décadas, especialmente en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas militares estadounidenses llevaron a cabo ejercicios de bombardeo y otras actividades de entrenamiento con munición real en las islas-municipio de Vieques y Culebra, situadas en la costa sureste de Puerto Rico. Aunque la Marina fue expulsada de Culebra en 1975, tras años de continuas movilizaciones y protestas antimilitares, la isla de Vieques fue utilizada como campo de entrenamiento hasta 2003.
La ocupación militar de Vieques en 1941 conllevó la expropiación de vastas extensiones de terreno, divididas en zonas este y oeste. Entre estos emplazamientos militares se encontraban las comunidades civiles locales: unos 10,000 ciudadanos atrapados entre un depósito de municiones y una zona de entrenamiento militar.8 Durante más de 60 años, la Marina bombardeó la pequeña isla de Vieques por aire, mar y tierra. Las seis décadas de entrenamiento militar—que incluyeron el uso de napalm, uranio agotado y otros productos tóxicos y metales pesados—han causado daños irreparables al medioambiente y a la salud de los ciudadanos.
Los bombardeos y las maniobras militares que se llevaron a cabo en Vieques alteraron el paisaje y el tejido social de tal manera que sus efectos nefastos permanecen incluso años después del cese de las actividades bélicas. Los proyectos performativos, literarios y visuales de Viveca Vázquez, Nicole Cecilia Delgado y Beatriz Santiago Muñoz incluidos en esta edición abordan el legado tóxico de Vieques, enfatizando una historia de violencia sostenida—visible e invisible—y de injusticia medioambiental enraizada en el colonialismo y el militarismo.
La pieza de vídeo Las playas son nuestras (1989), creada por Viveca Vázquez—una de las pioneras de la danza experimental y el performance en Puerto Rico—puede entenderse como una poderosa crítica a la ocupación militar en Vieques. El vídeo presenta a un grupo de mujeres que caminan hacia la orilla y se sumergen en el paisaje marino. Sus movimientos pasan de ser vigilantes a caóticos. Acto seguido, un buque de la Marina estadounidense aparece en el horizonte. Una coreografía de movimientos corporales agitados y convulsos preceden a unas imágenes de cuerpos flotantes, aparentemente sin vida, que luego son arrastrados por otras mujeres hacia la orilla.
Filmado en las playas de Vieques y Piñones (Loíza), el vídeo resalta la zona costera como un espacio simbólico de conflicto que alude a la continua lucha anticolonial de Puerto Rico. La sumersión voluntaria de las mujeres en las aguas contaminadas evoca el acto desafiante de muchos ciudadanos civiles quienes, utilizando su cuerpo como escudos humanos, se adentraban persistentemente en el paisaje tóxico del campo de tiro como acto de desobediencia civil. La poderosa pieza de vídeo y performance de Vázquez hace hincapié en la improvisación del movimiento como vehículo de libertad, a la vez que pone de manifiesto la violencia del militarismo, llamando nuestra atención sobre los efectos corporales de la toxicidad y el residuo material e ideológico de la explotación militar y colonial.
El vídeo de Vázquez culmina con la imagen de un grafiti que lee “Las Playas son Nuestras”. Este eslogan evoca las luchas colectivas que surgieron a finales de la década de 1960, y que se intensificaron en los años 80, en respuesta a la privatización de terrenos y el acceso público a las playas en Puerto Rico.9 De este modo, la obra de Vázquez hace eco de la larga historia de movimientos sociales, en particular aquellos que abogaban por la desmilitarización de Vieques y los que hoy día continúan luchando en defensa de las costas y playas como un espacio público que pertenece a todos los puertorriqueños. Asimismo, el vídeo de Vázquez, realizado y protagonizado por mujeres, nos recuerda el papel crucial que han desempeñado y siguen desempeñando las mujeres en el activismo socioambiental en todo Puerto Rico.10
Aunque el vídeo de Vázquez fue realizado a finales de los años ochenta, no deja de sorprender su relevancia hoy en día. Sobre todo, por su resonancia con una generación más joven de artistas y escritores que participan en un proceso dinámico de reflexión e investigación sobre los paisajes posmilitares en Puerto Rico. En Subtropical Dry (2016), Nicole Cecilia Delgado—poeta puertorriqueña, traductora y activista— denuncia los estragos del colonialismo y el militarismo desde una perspectiva ecopoética. Escrito en Vieques en el 2015, este poemario fue el resultado de la participación de Delgado en Sonido Vieques, un seminario a pie y un proyecto sonoro colectivo centrado en el rastro sensorial, social y material del entrenamiento militar en la isla.11
La poesía de Delgado en Subtropical Dry relata historias de resistencia, como el movimiento social liderado por los pescadores de la isla y las masivas protestas populares provocadas por la muerte de un guardia de seguridad civil, David Sanes, en 1999. Sanes murió cuando se lanzaron bombas al lado del puesto de observación donde trabajaba. Su muerte marcó un punto álgido para los opositores a la ocupación militar estadounidense en la isla, lo que condujo a la mayor manifestación pública jamás registrada en Puerto Rico —previo a las históricas protestas del verano de 2019— y a la posterior retirada de la Marina de Vieques.12
Después de que la Marina abandonara Vieques en 2003, los antiguos terrenos militares fueron transferidos al Departamento del Interior de Estados Unidos y convertidos en un “refugio nacional de vida silvestre”. La conversión de un campo de tiro en una reserva natural ha permitido al ejército estadounidense eludir su responsabilidad sobre la remoción de municiones sin explotar y la limpieza de residuos contaminantes peligrosos.13 La poesía de Delgado llama nuestra atención sobre estos residuos tóxicos que impregnan el paisaje, aludiendo a los modos en que la ecología tropical de la isla coexiste con la devastación ambiental.
Además de la continua lucha por la descontaminación y el desarrollo sostenible de la isla, los viequenses también luchan contra los efectos negativos de la gentrificación. El estatus de Vieques como refugio de vida silvestre, un sitio preservado del desarrollo por su antiguo uso militar, ha sido explotado por compañías turísticas que promueven el paisaje tropical como representativo del carácter prístino de la naturaleza de la isla. En consecuencia, el aumento de su valor turístico está desplazando a los residentes de clase trabajadora de la isla.14 Todas estas condiciones revelan las múltiples capas de violencia que confluyen en esta pequeña isla, descrita por muchos locales como “una colonia de la colonia” de Puerto Rico.
El filme en blanco y negro de 16mm de la artista contemporánea Beatriz Santiago Muñoz, titulado Playa Negra/Caballo/Campamento/Los Muertos/Fuerzas (2016), se basa en largos períodos de observación y documentación de las imbricadas historias sociales, políticas y ambientales de la isla. Filmado en Vieques en 2016, el filme pone de manifiesto el interés de la artista por la etnografía experimental, entrelazando imágenes de un hombre que realiza un ritual destinado a restablecer el “equilibrio cósmico” de la tierra y liberar a la isla de la toxicidad; caballos que deambulan por un antiguo campo de tiro lleno de bombas sin explotar; una artista que ayuda a resucitar un árbol sagrado en la base naval y quien se ha curado a sí misma más de una vez; y unos niños que juegan con un esqueleto en una playa de arena negra que se está erosionando lentamente. Narrando historias de ocupación, contaminación, resistencia, celebración y muerte, estas imágenes llaman nuestra atención sobre las complejidades entre la representación visual y la historia latente de violencia y conflicto político en la isla.
Al establecer relaciones con personas estrechamente conectadas con el territorio, Santiago Muñoz difumina los límites entre la realidad y la ficción. Playa Negra aborda el trauma intergeneracional mediante la exploración visual del mundo sensorial y material que habitan estos sujetos, demostrando cómo los problemas de contaminación ambiental también tienen un carácter profundamente social. La ausencia de sonido en la película puede interpretarse como una alusión a las seis décadas de contaminación sónica provocada por las actividades de entrenamiento militar. El silencio, combinado con las imágenes en blanco y negro, realza aún más los trazos invisibles e inmateriales que esconde el supuesto paisaje intacto posmilitar de Vieques.
El interés por el legado del colonialismo y el militarismo en Puerto Rico también está presente en la obra de la bailarina y artista nibia pastrana santiago. Profundamente influenciada por el enfoque de la danza experimental y la mentoría de Viveca Vázquez, pastrana santiago investiga la relación entre la danza y los territorios posmilitares por medio de “eventos coreográficos” en lugares específicos. Su pieza a gran escala fuerzas sutiles (2017), incluida en esta edición, está basada en un proyecto de investigación de dos años en la Bahía de San Juan, una ensenada adyacente al Viejo San Juan en el noreste de Puerto Rico. Este cuerpo de agua semicerrado alberga el Puerto de San Juan, el principal puerto durante la época colonial española y una de las instalaciones portuarias más concurridas del Caribe en la actualidad. En la bahía también se encuentra el aeropuerto de Isla Grande, hoy conocido como el Aeropuerto Fernando Luis Ribas Dominicci, una antigua base militar construida por la Marina estadounidense sobre un área de manglar pantanoso previo a la Segunda Guerra Mundial.15
El aeropuerto de Isla Grande, una vez considerado como “la base [militar] americana más completa y moderna”, proporcionó el trasfondo ideal para la pieza de pastrana santiago.16 Realizada en el interior de un hangar—con vistas a la pista de aterrizaje, la Bahía de San Juan y el Capitolio de Puerto Rico—, fuerzas sutiles combinó una serie de secuencias de danza fijas e improvisadas, el lenguaje de movimiento propio de pastrana santiago, y elementos marítimos y de aviación del paisaje circundante. En fuerzas sutiles el concepto de danza opera en un campo expandido donde el azar, la escala y el paisaje sonoro aéreo actúan como extensión del gesto coreográfico. Más allá de funcionar como escenario o escenografía, la topografía urbana apunta a las fricciones y las complejas capas políticas e históricas de un lugar que actualmente maneja operaciones turísticas y comerciales. Aunque hoy día este aeropuerto no está explícitamente asociado con el militarismo, su huella militar se perpetúa mediante el “turismo colonial”.
pastrana santiago describe la bahía como “un espacio altamente coreografiado” en el cual la entrada y salida de los cruceros y buques de carga comprenden una serie de maniobras, productos importados, protocolos y leyes. En conjunto, estos arreglos coreográficos aluden a la dependencia económica de Puerto Rico con respecto a Estados Unidos, ya que es aquí donde se controla la importación y exportación de bienes y mercancías.17 De este modo, fuerzas sutiles revela la bahía de San Juan como un lugar complejo donde las relaciones de poder desiguales y las estructuras coloniales no sólo se recrean, sino que se refuerzan y perpetúan sistemáticamente. Combinando la poética de los movimientos corporales con la política de las operaciones cotidianas de la bahía, la pieza de pastrana santiago interrumpe —aunque de manera provisoria— los sistemas coreografiados de opresión que están en juego en este espacio, provocando así nuevas formas de pensar y entender el territorio.
Justicia ambiental y activismo comunitario
Las luchas contra el militarismo estadounidense y su legado tóxico en Puerto Rico deben entenderse dentro de un marco histórico más amplio que vincula los movimientos de justicia ambiental con la historia de resistencia y movilizaciones anticoloniales y antiimperialistas en Puerto Rico. A mediados de los años sesenta, los primeros grupos ambientalistas se movilizaron contra la contaminación industrial y petroquímica, la minería a cielo abierto y la explotación de recursos no renovables.18 Al oponerse al extractivismo y defender los recursos naturales como parte del patrimonio nacional de la isla, el discurso ambiental de los años sesenta y setenta era inherentemente político y en gran medida estaba vinculado a las luchas de independencia y soberanía nacional.
Desde mediados de la década de 1980, el activismo medioambiental en Puerto Rico se ha enfocado principalmente en cuestiones relacionadas con la gestión y la eliminación de residuos tóxicos o peligrosos,19 la contaminación del agua,20 y el acceso y la conservación de los recursos naturales, sobre todo en las zonas costeras. A partir de la década de 1990, se ha visto un aumento en la movilización ambiental comunitaria arraigada en una profunda conciencia democrática y en un discurso basado en la justicia socioambiental y la sostenibilidad. Diversos grupos y organizaciones ambientalistas diseñan e implementan colectivamente tácticas y estrategias, educan y organizan a las comunidades, participan en acuerdos de cogestión y subrayan la importancia del conocimiento indígena y el uso de recursos locales o tradicionales.21 Además, estas organizaciones han ayudado a ampliar la composición de los movimientos ecologistas tanto en la isla como en la diáspora, fomentando prácticas de compromiso cívico y el debate público, a la vez que contribuyen a priorizar asuntos ambientales en la agenda política.
Aunque los problemas ambientales han estado presentes en todo Puerto Rico —incluso en las zonas montañosas del interior—, la zona costera ha sido uno de los principales focos de conflicto social y político en las últimas décadas.22 La mayoría de estas disputas históricas ha surgido en respuesta a los proyectos de desarrollo y construcción relacionados con la industria del turismo, lo que ha llevado a la explotación y degradación del litoral costero.
El caso de Playuela, situada en Aguadilla, en el extremo noroeste de la isla, es un ejemplo significativo de la lucha persistente contra la deforestación, la gentrificación de la costa y la devastación de los recursos costeros de la isla debido a las prácticas depredadoras de desarrollo impulsadas por la industria turística. Con más de 4,000 pies de costa, Playuela es una de las pocas franjas de tierra fértil y sin desarrollar que quedan en Puerto Rico. Desde 1995, la comunidad de Playuela y varias organizaciones ambientales han luchado para detener los proyectos de construcción en lo que se considera una de las zonas ecológicas más importantes de Puerto Rico. Durante más de tres décadas, se han llevado a cabo protestas, prácticas de desobediencia civil, programas culturales y educativos y disputas legales para detener el controvertido proyecto Christopher Columbus Landing Resort. Este hotel de lujo alteraría drásticamente unas 125 cuerdas de valor ecológico, causando daños irreversibles a la flora y la fauna, así como a los hábitats marinos y yacimientos arqueológicos. La oposición ciudadana a este proyecto ejemplifica como el activismo ambiental en el archipiélago puertorriqueño ha estado directamente ligado, no solo con las luchas por la defensa del territorio-tierra, sino también con la defensa de la cultura, la historia y la identidad de la gente.
Entre las diversas iniciativas realizadas para proteger esta reserva natural, la comunidad de Playuela lleva años documentando la flora y la fauna de este valle costero. Hasta la fecha, el inventario asciende a más de 500 especies. Durante 2016 y 2017, el artista, escritor y naturalista Javier Román visitó el Campamento Rescate Playuela. Partiendo de su experiencia en la observación y documentación de estrellas y aves, Román fotografió aves endémicas, incluidas algunas en peligro de extinción.23 Mediante la documentación del paisaje y la vida silvestre, el trabajo visual de Román ha contribuido a mitigar la pérdida de biodiversidad en la zona, además de sumarse a los esfuerzos de la comunidad para crear conciencia pública sobre el impacto ambiental negativo de este proyecto de desarrollo.
Del mismo modo, la aportación de Steve Maldonado Silvestrini a esta edición ilustra cómo la botánica puede contribuir de manera significativa a la preservación de los hábitats costeros y al activismo medioambiental en la isla. Partiendo de su investigación y documentación de algunas plantas costeras, Maldonado Silvestrini reflexiona sobre el impacto devastador que la proliferación de proyectos de desarrollo hotelero turístico ha tenido en las zonas costeras de Puerto Rico. Por ejemplo, su investigación botánica en la reserva natural de Playuela —a menudo considerada como un espacio natural “sin valor”— le ha permitido identificar varias especies de plantas en peligro de extinción y descubrir un árbol nativo que no había sido registrado anteriormente y que se consideraba extinto. Tras el huracán María, aparecieron nuevas poblaciones de especies raras de plantas en peligro de extinción donde nunca se habían visto. Estos hallazgos dan cuenta de la rica biodiversidad de esta zona y proporcionan información valiosa sobre la transformación del paisaje en las costas y las dinámicas de los ecosistemas costeros. Construir un archivo de especies botánicas locales, como sostiene Maldonado Silvestrini, es también un intento de preservar la memoria colectiva de los espacios naturales. En este caso, las zonas costeras que están continuamente amenazadas por proyectos de desarrollo, así como por la erosión causada por la elevación del nivel del mar y el calentamiento global.
En Puerto Rico, los sectores de turismo y desarrollo urbano suelen tener un enfoque no sostenible e implementan estrategias de planificación que muchas veces tienden a ignorar o desestimar los impactos ambientales y socioeconómicos a largo plazo.24 Algunas de las consecuencias de este enfoque han sido la marginación social y económica, la desposesión y el empobrecimiento de las comunidades locales. Los barrios como Vietnam, en Guaynabo, y el Caño Martín Peña, en San Juan, son ejemplos de comunidades tradicionalmente marginadas. Por décadas, estos sectores se han visto afectados por la falta de provisión de servicios y recursos básicos adecuados y la indiferencia del gobierno ante las necesidades sociales, culturales y ambientales de estas comunidades.
Históricamente, estos asentamientos informales surgieron como resultado de una migración interna masiva durante la posguerra. La transformación económica y la emergente industria turística atrajeron oleadas de puertorriqueños de las zonas rurales a las ciudades de la isla. El rápido crecimiento urbano ejerció presión sobre la infraestructura existente e impuso nuevas exigencias al sistema de planificación urbana. La incapacidad del gobierno para satisfacer la creciente demanda de alojamiento llevó a muchas familias empobrecidas a asentarse informalmente en zonas ecológicamente sensibles de la ciudad, como los humedales, los manglares a lo largo de los ríos, las laderas de las montañas y las zonas costeras cercanas al mar.25 Como observa la catedrática de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico, Érika Fontánez Torres, esto alude directamente a “la historia de desigualdad, prejuicio de clase y discriminación racial y política en el país”.26 Las continuas luchas de comunidades como el Barrio Vietnam y El Caño Martín Peña exponen el fracaso y la desigualdad perpetuada por los sistemas de vivienda y planificación urbana, así como el papel causal que ha tenido la negligencia del gobierno federal y local en la perpetuación de la pobreza y la exclusión de los ciudadanos puertorriqueños.
Como tantos otros asentamientos informales que surgieron en la segunda mitad del siglo XX, el Barrio Vietnam fue creado por familias de bajos recursos que se trasladaron al área metropolitana en los años sesenta y setenta y construyeron casas improvisadas en manglares recuperados y rellenados. Desde entonces, esta comunidad ha sobrellevado múltiples inundaciones, huracanes e intentos de desalojo. Bordeando la costa sur de la bahía de San Juan, el Barrio Vietnam es el único sector con costa en el municipio de Guaynabo. Sin embargo, el paisaje se encuentra cubierto por solares vacíos, ya que las autoridades locales han expropiado más de 300 viviendas en la zona. Muchos residentes describen el barrio como un campo de batalla debido a las constantes demoliciones de casas y edificios. El nombre del barrio hace alusión tanto a la guerra de Vietnam —en la cual muchos puertorriqueños fueron reclutados para servir durante el periodo inicial de asentamiento en los sesenta— como a la larga lucha de los residentes por derechos de propiedad y los efectos negativos de la gentrificación. El ensayo visual de Vietnam realizado por el fotógrafo Chris Gregory-Rivera, incluido en esta edición, ilustra la resiliencia y la esperanza de esta comunidad especial cuya historia deliberadamente se ha mantenido al margen del ojo público.
El conflicto en Barrio Vietnam ha involucrado tácticas de intimidación, acoso, expropiaciones ilegales y largos años de batallas legales por motivo de un ambicioso plan de desarrollo turístico. Este proyecto, que incluye un hotel de lujo, un acuario y un malecón, entre otras instalaciones comerciales y de ocio, capitalizaría la costa y la vista al mar de Vietnam. Aunque se promueve como un “proyecto de revitalización” destinado a impulsar la economía de la ciudad, el desplazamiento estratégico de la población y la gentrificación de la zona han minado el paisaje costero y comprometido el bienestar, la cultura y la identidad de los residentes locales por más de dos décadas. Esto ha llevado a la comunidad a tomar cartas en el asunto y mediante la participación y el empoderamiento cívico, así como del desarrollo de alianzas estratégicas con otros grupos y organizaciones, le ha hecho frente al Estado para defender su derecho a permanecer en la tierra que construyeron.
Entre los ejemplos más notables de activismo comunitario en Puerto Rico, se encuentran los asentamientos urbanos informales establecidos a lo largo del Caño Martín Peña (CMP), un canal que forma parte del sistema del estuario de la Bahía de San Juan. Con un fuerte enfoque en la participación cívica, estas comunidades marginadas han sido capaces de transformar un proyecto de infraestructura inicialmente dirigido por el Estado en un proyecto participativo dirigido al desarrollo integral de sus comunidades. Combinando la lucha por la conservación ambiental, en particular por la restauración de los recursos hídricos, y la lucha por los servicios básicos, estas comunidades están “logrando superar las causas históricas de la pobreza y reestructurar la relación de Puerto Rico con sus comunidades marginadas”.27
El caño, que originalmente fue utilizado como vía fluvial para transporte y comercio en el norte de la isla, se ha ido obstruyendo con sedimentos y escombros con el paso de los años; esto, a su vez, ha estado bloqueando el flujo de agua hacia la bahía. Agravado por un sistema de alcantarillado sanitario y pluvial ineficiente, hoy día el CMP está altamente contaminado y es una de las zonas más propensas a inundaciones en Santurce. En días o periodos de lluvias fuertes, calles enteras, casas y escuelas se inundan con aguas contaminadas poniendo en riesgo la salud y la seguridad de la comunidad.
El Proyecto ENLACE es una iniciativa de rehabilitación ambiental y justicia social creada a principios de la década del 2000 para hacer frente a los problemas ambientales causados por la sedimentación acumulada, los vertederos clandestinos, el abandono histórico de la comunidad y los conflictos legales por la tierra. En colaboración con la organización Grupo de las Ocho Comunidades Aledañas al Caño Martín Peña (G8) y el Fideicomiso de la Tierra, el Proyecto ENLACE coordina e implementa políticas públicas relacionadas con la restauración sostenible del ecosistema del CMP y al desarrollo urbano, social y económico de las comunidades circundantes. El ensayo titulado “Al rescate de un ecosistema estuarino: La acción comunitaria en la lucha por la restauración del Caño Martín Peña”, escrito colectivamente por miembros de ENLACE y el G8, explora los orígenes de este proyecto y discute algunas de las estrategias que se han desarrollado para transformar este importante ecosistema en un recurso de valor para las comunidades.
Uno de los principales enfoques de ENLACE ha sido el dragado urgente del canal para rehabilitar el flujo de agua y mejorar la calidad del agua del estuario. Sin embargo, a pesar de los múltiples esfuerzos y propuestas presentadas por las comunidades del CMP (p. ej., la campaña ¡Dragado Ya!), al día de hoy este proyecto de justicia ambiental sigue siendo un asunto pendiente en espera de que le asignen fondos federales.28
En un contexto en el que las comunidades tienden a ser excluidas de la toma de decisiones y la formulación de política pública, garantizar la participación de los residentes de las ocho comunidades en todos los aspectos de la restauración ambiental y el desarrollo integral comunitario ha sido uno de los principales objetivos de ENLACE. Residentes de todas las edades trabajan juntos en una variedad de programas y actividades, como jardines comunitarios y actividades creativas, para fomentar la conciencia ambiental, empoderar a los residentes y evitar el desplazamiento involuntario y la gentrificación de estas comunidades. Las acciones colectivas para la restauración ambiental del CMP también incluyen el monitoreo de la calidad del agua. Este tipo de iniciativa, en la que participan estudiantes y ciudadanos “no expertos”, desafía el enfoque jerárquico del conocimiento científico reconociendo la “ciencia ciudadana” como una estrategia eficaz para abordar los problemas ambientales. De esta manera, los activistas y líderes de las comunidades del Caño Martín Peña impulsan un discurso ambiental que va más allá de la naturaleza para abarcar cuestiones más amplias de salud, justicia social y derechos humanos.
De igual modo, ISER Caribe (Institute for Socio-Ecological Research) ha fomentado la colaboración con instituciones gubernamentales, el mundo académico, la sociedad civil, y organizaciones comunitarias y medioambientales de Puerto Rico y la región del Caribe desde su fundación en 2012. Algunos de los proyectos transdisciplinarios de investigación y educación organizados por ISER incluyen iniciativas como el monitoreo de la calidad del agua, la limpieza de las zonas costeras y los proyectos de restauración de la vegetación marina. Tras el paso del huracán María, ISER colaboró en 2018 con la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Ponce en un proyecto de infraestructura verde en la comunidad de La Playa, una zona costera en la ciudad de Ponce que sufre problemas de inundaciones y contaminación del agua por fuentes difusas.
El proyecto Jardines de Lluvia de La Playa consistió en la recuperación y transformación del espacio costero abandonado en un espacio comunitario, sostenible y funcional. Proyectos como éste son clave para la conservación ambiental de las comunidades costeras vulnerables, ya que ayudan a reducir los contaminantes arrastrados por la escorrentía pluvial. Dada su ubicación en una zona propensa a inundaciones, estos jardines de lluvia también ayudan a mitigar los procesos de inundación y erosión de las costas, al tiempo que contribuyen a la conservación de los ecosistemas marinos en la costa sur de la isla.
Al fomentar la participación ciudadana en proyectos socioambientales, ISER contribuye al desplazamiento de la gestión gubernamental centralizada a la gestión comunitaria de los recursos naturales y sistemas socioecológicos. Esto aumenta la autonomía de las comunidades locales, su capacidad para ejercer control sobre su bienestar, y la posibilidad de establecer una memoria de acción directa entre los ciudadanos que sirva al empoderamiento de las generaciones futuras.
Cambio de paradigma
Las narrativas de justicia socioambiental y activismo comunitario que presentamos en esta edición contribuyen a la concientización sobre la crisis ambiental, a la vez que contemplan soluciones prácticas para un futuro más sustentable. La investigación y la práctica de Amara Abdal Figueroa, agroceramista, artista multidisciplinar y defensora del ambiente, se alinea no sólo con los movimientos de justicia comunitaria y ambiental que condenan la extracción y mercantilización de nuestros recursos naturales, sino también con aquellos que activamente proponen alternativas que contrarrestan la lógica del extractivismo colonial y los diversos modos de dependencia que hemos heredado: económica, energética y subjetiva.
El proyecto interdisciplinario de Abdal Figueroa, Tierrafiltra, consiste en un filtro de agua hecho de arcilla local que pretende mejorar la calidad del agua en Puerto Rico. Aunque el tema del agua siempre ha estado presente en la práctica de Abdal Figueroa, la idea de desarrollar un filtro de agua en arcilla surgió en 2017, cuando el paso de los huracanes Irma y María intensificó los problemas relacionados con el agua en la isla (p. ej., falta de agua potable, contaminación, manejo ineficiente del agua), exponiendo aún más la situación colonial de la isla. Desde entonces, la práctica de Abdal Figueroa ha estado motivada por la soberanía del agua. Tierrafiltra desafía el “desarrollismo capitalista” que ha dominado la planificación y el uso de la tierra y el agua en Puerto Rico proponiendo una infraestructura para mejorar el acceso y la calidad del agua.29 Este proyecto, basado en la recolección de agua de lluvia o de manantiales naturales y en las tecnologías de libre acceso, ofrece una alternativa viable a la dependencia de materiales y equipos importados y a los altos costos operativos.
Combinando arte, ecología, microbiología y arqueología, el proyecto de Abdal Figueroa integra diferentes saberes a su investigación sobre distintos tipos de arcillas locales y la construcción de una red de hornos alimentados con madera y gas. El proyecto surge a partir de conversaciones e intercambios de conocimiento con miembros de la organización de justicia social Potters for Peace, y fomenta el legado de Ron Rivera, un activista puertorriqueño que dedicó su vida a establecer fábricas de filtros en todo el mundo, motivado por su convicción de que el acceso al agua potable es un derecho humano básico.
El proyecto Tierrafiltra recupera y reinterpreta conocimientos ancestrales y técnicas indígenas de elaboración de la cerámica. De este modo, contribuye a fortalecer las prácticas de cerámica tradicionales de la isla que han sido erradicadas por políticas coloniales-capitalistas que nos alejan de la tierra. La investigación de Abdal Figueroa sobre la relación entre el agua y el paisaje es evidente en su texto Jácana, ¿dónde estás?30. Esta reflexión poética, incluida en esta edición, evoca el sitio sagrado de Jácana en Ponce, un yacimiento precolombino de gran importancia arqueológica para los puertorriqueños. Aunque gran parte de su historia ha sido borrada, la existencia de Jácana nos conecta con nuestros antepasados indígenas. En un contexto como el de Puerto Rico, en el que el agua abunda, pero suele ser el foco de múltiples injusticias y violencias, la práctica de Abdal Figueroa presenta una propuesta regenerativa y de sanación colectiva. Tierrafiltra nos invita a reconectarnos con tradiciones y prácticas indígenas a través de la naturaleza: a considerar la naturaleza como parte integral de nuestra identidad y no como una extensión o un producto del capital.
Asimismo, en su contribución a esta edición, Michy Marxuach aborda el modo en que la demanda de productividad, el consumismo excesivo y el individualismo que promueve y sustenta el capitalismo han conducido a una desconexión radical entre los seres humanos y su entorno natural. Esta desconexión ha dado lugar al descuido, la inacción y el abandono de lo que sustenta nuestra vida en este mundo. Como argumenta Gustavo García López, profesor en planificación ambiental, no podemos continuar pensando en el agua como una mercancía y un recurso inagotable. Más bien, tiene que entenderse como un bien común que debe ser gestionado colectivamente para el bienestar y la sostenibilidad de la población.31
Tenemos que “cambiarlo todo”. El texto de Marxuach es un llamado a la acción. Subraya la importancia de escuchar a la naturaleza y de cultivar una relación más responsable con nuestro medioambiente. Sobre todo, es fundamental que reconozcamos nuestra interdependencia con la naturaleza. Para ello, debemos reformular desde la base la manera jerárquica en que nos relacionamos con nuestro entorno natural, así como con otros organismos vivos. Pensando en modos de gobernanza no antropocéntricos, Marxuach propone al agua como protagonista, como un agente de cambio potencial que puede guiarnos en el proceso de reaprender nuevas formas de relacionarnos y existir en el mundo. Aunque muchos de nuestros cuerpos de agua han sido descuidados y contaminados, “contienen el denominador común a todas las formas de vida”. ¿Pero cuánto sabemos de la relación hidrológica que nos constituye?, pregunta Marxuach. ¿Podemos dejarnos guiar por la sabiduría de las aguas? ¿Puede el agua enseñarnos a cultivar una relación de cuidado y responsabilidad con nuestro entorno?
Las reflexiones de Marxuach sugieren una perspectiva diferente de la ética del agua, idea que también está presente en el ensayo “Aguas”, de Anayra Santory, académica y ex directora de la unidad editorial de Para la Naturaleza. Siguiendo la ruta de esta sustancia material—el agua—en su camino desde la fuente hasta su casa, Santory aborda la precaria infraestructura de nuestro sistema hídrico tras el huracán María. En este texto, la autora destaca la relación entre el agua y el paisaje vinculándola a la topografía geográfica y geológica de la isla, al tiempo que dilucida las intrincadas redes subterráneas que nos conectan con este recurso vital.
Para quienes provenimos de El Caribe, el agua ancla nuestro sentido de hogar y pertenencia a este mundo. Nuestras vidas están irremediablemente conectadas al agua: las aguas que nos rodean y nos sostienen; que nos dividen y nos conectan. Sin embargo, nuestro conocimiento sobre el nexo entre el agua, la cultura y el medio ambiente es sumamente limitado. Esta falta de conocimiento, como sostiene Santory, normaliza y perpetúa la explotación de los recursos y nos hace cómplices de la negligencia sistémica y la falta de preservación de nuestros cuerpos de agua. Haciendo eco de las palabras de Marxuach, Santory aborda la disyuntiva hombre-naturaleza y nos advierte: “Si no reconstruimos la ruta hacia el agua que nos sostiene y que en cierta medida todos hemos perdido [...] no podremos restablecer las relaciones de cuidado mutuo que debemos tener con la vida misma.”
La necesidad de establecer una conexión más profunda con la naturaleza—como sugieren Abdal Figueroa, Marxuach y Santory—está articulada visualmente en el Calendario Ecológico creado por Para la Naturaleza, una organización sin fines de lucro dedicada a la conservación de las tierras y los ecosistemas de Puerto Rico. El calendario, del que son co-autores Anayra Santory y Ramdwin González Otero, incluye diversos datos científicos sobre los procesos naturales que ocurren a lo largo del año, como las fases lunares, las horas de luz solar al día, los periodos de floración-fructificación de los árboles autóctonos, así como las estaciones de lluvia y sequía. La ilustración gráfica de estos acontecimientos propone una concepción del tiempo diferente al de la cultura capitalista moderna, en la medida en que nos ayuda a observar y a situarnos en relación con los fenómenos naturales que afectan nuestro bienestar y subsistencia. De este modo, el calendario ecológico sirve como herramienta educativa que busca fomentar una cultura ecológica en Puerto Rico y concientizar sobre los ciclos naturales y su interdependencia fundamental con nuestra vida diaria.
Ahora más que nunca debemos prestar atención a la naturaleza. El estado actual del planeta—caracterizado por una pandemia sanitaria mundial, el cambio climático y múltiples crisis sistémicas—exige un cambio radical de paradigma basado en un sentido de responsabilidad compartido y una mayor conexión con la tierra, las demás especies y el mundo natural que nos rodea. En este espíritu, las contribuciones interdisciplinarias incluidas en esta edición especial de The River Rail no sólo ponen de manifiesto asuntos cruciales sobre la precariedad y la degradación del medioambiente, sino que también proponen y ensayan nuevos imaginarios ecológicos y formas de habitar el mundo.
- Para más información, véase: “99.5 Percent of Puerto Rico’s Population Served from Drinking Water Systems that Violated Federal Standards”, NRDC (Natural Resources Defense Council), 10 de mayo de 2017, accedido el 3 de mayo de 2020, https://www.nrdc.org/resources/threats-tap-drinking-water-violations-puerto-rico /.
- Frances Negrón-Muntaner, “Puerto Rico Was Undergoing a Humanitarian Crisis Long before Maria”, Pacific Standard, 29 de septiembre de 2017, accedido el 20 de septiembre de 2020, https://psmag.com/social-justice/puerto-rico-was-undergoing-a-humanitarian-crisis-long-before-hurricane-maria.
- Para más información sobre Casa Pueblo, sus proyectos y su historia, visite: https://casapueblo.org/.
- Para más información sobre Organización Boricuá de Agricultura Ecológica, visite: http://organizacionboricua.blogspot.com/p/enlaces.html.
- Javier A. Arce Nazario, “Resilience and community pride after a hurricane: counter-narratives from rural water systems in Puerto Rico”, Alternautas, accedido el 30 de marzo de 2020, http://www.alternautas.net/blog/2018/9/7/resilience-and-community-pride-after-a-hurricane-counter-narratives-from-rural-water-systems-in-puerto-rico.
- Para leer más sobre el colonialismo ambiental en Puerto Rico, véase: Carmen Milagros Concepción, “The Origins of Modern Environmental Activism in Puerto Rico in the 1960’s”, International Journal of Urban and Regional Research 19, no. 1 (1995): 112–128. Véase también: José M. Atiles Osoria, “Environmental Colonialism, Criminalization and Resistance: Puerto Rican Mobilizations for Environmental Justice in the 21st Century”, RCCS Annual Review 6 (octubre de 2014): 3-21.
- Javier Almeyda Loucil, “Un Balance Vital (CORCO 1976)”, Biblioteca Virtual de Puerto Rico, 30 de agosto de 2016, accedido el 20 de noviembre de 2020, https://bibliotecavirtualpr.wordpress.com/2016/08/30/un-balance-vital-corco-1976/.
- Javier Arbona, “Vieques, Puerto Rico: From Devastation to Conservation and Back Again”, Traditional Dwellings and Settlements Review 17, no. 1 (otoño de 2005): 36.
- Aunque Vázquez no se adscribe a ningún partido u organización política en particular, el grafiti retoma el lema de la campaña “Las Playas pa’l Pueblo” promovido por el Movimiento Pro Independencia de Puerto Rico (MPI) y posteriormente por el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) en los años sesenta, que pretendían recuperar la playa de manos extranjeras y militares denunciando el colonialismo y la privatización, y defendiendo el acceso a la playa como un derecho de las familias trabajadoras puertorriqueñas. Véase Érika Fontánez Torres, “El discurso legal en la construcción del espacio público: Las playas son públicas, nuestras, del pueblo”, Revista de Ciencias Sociales 20 (2009): 42-77.
- Roxanna Domenech Cruz, “Las mujeres, la justicia socioambiental y el cambio climático: Un homenaje a Haydée Colón Cardona”, Perspectivas en Asuntos Ambientales 4 (2015): 14-24.
- Sonido Vieques fue organizado por Beta-Local, una organización sin fines de lucro, con las artistas Beatriz Santiago Muñoz y Michelle Nonó en colaboración con Radio Vieques. Estos seminarios—anclados en la geografía, el conocimiento local y las prácticas artísticas emergentes—examinan críticamente las condiciones políticas y sociales de Puerto Rico, sobre todo en el contexto de los espacios posmilitares.
- Para más información sobre las protestas de septiembre de 2019 que destituyeron a Ricardo Rosselló, ex gobernador de Puerto Rico, véase Pedro Cabán, “El levantamiento del verano de 2019: Construyendo un nuevo Puerto Rico”, NACLA, 21 de octubre de 2019, accedido el 27 de julio de 2020, https://nacla.org/news/2019/10/11/puerto-rico-political-future-protests.
- Arbona, 40.
- Ibid. 40.
- Aunque Isla Grande era originalmente una isla, ésta y los manglares que la rodean fueron rellenados para dar cabida a la construcción de la Estación Aérea Naval de San Juan de la Segunda Guerra Mundial.
- “Puerto Rico Air Base”, Kalgoorlie Miner (WA: 1895-1954), 16 de enero de 1942, 5, accedido el 15 de agosto de 2020, http://nla.gov.au/nla.news-article95157767.
- La Ley de la Marina Mercante de 1920, o Ley Jones, es la base de las leyes de cabotaje proteccionistas que administran el transporte marítimo en Estados Unidos, y se impone en los territorios continentales de todo el mundo (Hawai, Puerto Rico, Guam y Alaska). En Puerto Rico, la Ley Jones tenía dos propósitos: declaraba que los puertorriqueños eran ciudadanos estadounidenses y, al mismo tiempo, limitaba el comercio de Puerto Rico al permitirle vender sus productos únicamente a Estados Unidos. Para un estudio reciente sobre esta ley obsoleta, véase Colin Grabow, “New Report Exposes Jones Act's Flaws”, The Cato Institute, 23 de mayo de 2019, consultado el 23 de junio de 2020, https://www.cato.org/blog/new-report-exposes-jones-acts-flaws.
- Según Carmen M. Concepción, el activismo medioambiental en Puerto Rico comenzó casi 20 años antes que en muchas otras naciones. Para leer más sobre este tema, véase Carmen M. Concepción, “The Origins of Modern Environmental Activism in Puerto Rico in the 1960s”, International Journal of Urban and Regional Research 19 (marzo de 1995): 112.
- En los últimos años, han surgido movimientos, como el Campamento contra las cenizas de carbón en Peñuelas, que han luchado para erradicar la práctica de depósito de cenizas tóxicas de carbón en los vertederos locales. El grupo se creó para exigir el cierre de la única central de carbón de la isla, propiedad de Applied Energy Systems (AES), y para exponer las amenazas para la salud y el medioambiente que afectan a comunidades vulnerables, como el pueblo sureño de Peñuelas.
- En la década de los noventa surgieron casos como el Movimiento Agua Pa’l Campo y el Movimiento Agua Para Todos (MAPT) en la zona metropolitana y la región este del país. Estos movimientos ambientales se caracterizaron por sus luchas contra la distribución desigual de los recursos hídricos y la falta de planificación y mantenimiento de la infraestructura de los sistemas de agua, defendiendo el agua como un derecho humano y promoviendo la participación ciudadana para exigir el acceso al agua potable.
- Gustavo García López, Carmen M. Concepción y Alejandro Torres Abreu (eds.) Ambiente y democracia: Experiencias de gestión comunitaria en Puerto Rico (San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2018): 26.
- Manuel Valdés Pizzini, “Historical Contentions and Future Trends in the Coastal Zones: The Environmental Movement in Puerto Rico”, en Beyond Sun and Sand: Caribbean Environmentalisms, ed. por Sherrie L. Baver y Barbara Deutsch Lynch (New Brunswick: Rutgers University Press, 2006): 47.
- Algunas de las publicaciones de Javier Román incluyen: Sonidos del avistamiento: Una guía visual a la ornitología urbana en Viejo San Juan (Roqué Stahl Ltd, 2015), y Un libro de estrellas (Roqué Stahl Ltd, 2020).
- Edwin A. Hernández Delgado, Carlos E. Ramos Scharrón, Carmen R. Guerrero Pérez, Mary Ann Lucking, Ricardo Laureano, Pablo A. Méndez Lázaro y Joel O. Meléndez Díaz, “Long-Term Impacts of Non-Sustainable Tourism and Urban Development in Small Tropical Islands Coastal Habitats in a Changing Climate: Lessons Learned from Puerto Rico”, en Visions from Global Tourism Industry—Creating and Sustaining Competitive Strategies, ed. por M. Kasimoglu, (IntechOpen, 2012): 360.
- Line Algoed, María E. Hernández Torrales y Lyvia Rodríguez Del Valle, “El Fideicomiso de la Tierra del Caño Martín Peña. Instrumento Notable de Regularización de Suelo en Asentamientos Informales”, Lincoln Institute of Land Policy (junio de 2018): 7, https://www.lincolninst.edu/sites/default/files/pubfiles/algoed_wp18la1sp.pdf.
- Érika Fontánez Torres, “Vivienda, titularidad y resiliencia”, El Nuevo Día, 6 de septiembre de 2019, accedido el 11 de enero de 2021, https://erikafontanez.com/2019/10/21/vivienda-titularidad-y-resiliencia-columna/.
- Algoed, Torrales y Rodríguez Del Valle, 2.
- Rafael R. Díaz Torres, “Cuerpo de Ingenieros y Departamento de la Vivienda impiden que los residentes del Caño Martín Peña logren su justicia ambiental”, Centro de Periodismo Investigativo: Los Chavos de María, 28 de enero de 2021, accedido el 5 de febrero de 2021, https://periodismoinvestigativo.com/2021/01/cuerpo-de-ingenieros-y-departamento-de-la-vivienda-impiden-que-los-residentes-del-cano-martin-pena-logren-su-justicia-ambiental/?mc_cid=2cf2f5b783&mc_eid=6befe586ed.
- García López, “From the political-economic drought to collective and sustainable water management”, Alternautas 2, vol 2 (diciembre de 2015): 57.
- El poema de Amara Abdal Figueroa, “Jácana, ¿dónde estás?”, fue publicado originalmente en nos vemos el miércoles a las diez de la mañana, impreso en risografía en La Impresora, Puerto Rico, 2019. Para más información sobre el yacimiento arqueológico precolombino de Jácana, véase Ernie Xavier Rivera Collazo, “El barrio Tibes: cuna de uno de los más antiguos asentamientos del país”, La Perla del Sur, 24 de julio de 2019, accedido el 27 de enero de 2021, https://www.periodicolaperla.com/el-barrio-tibes-cuna-de-uno-de-las-mas-antiguos-asentamientos-del-pais/.
- García López, “From the political-economic drought to collective and sustainable water management”, 56.